sábado, 26 de diciembre de 2015

El silencio de Dios Parte II


En el famoso discurso de Al Pacino en la película El Abogado del Diablo, el diablo afirma ser el último humanista, se nos describe a un dios que le gusta observar, un bromista, un tacaño, un sádico e incluso un casero indiferente a la vida. Según las tres religiones monoteístas dios ha creado al hombre y todo lo que le rodea. Y he ahí que Al Pacino lo caracterice de tal forma. Como ya advertía su mayor asesino Nietzsche, dios ha dotado al hombre de instintos pero le coloca las reglas en oposición “Mira, pero no toques. Toca, pero no pruebes. Prueba, pero no tragues.” Escenifica Al Pacino entre carcajadas.

La concepción de dios que tienen las tres religiones monoteístas -con sus salvables diferencias- en su interpretación más frecuente. Dios como creador, un ser todopoderoso, omnisciente y bondadoso. Tres cualidades que si realmente las tiene, Dios no se salva de la reseña que hace Al Pacino. Si Dios es bondadoso no quiere vernos sufrir, y como en la propia Biblia dice, la vida es un valle de lágrimas, plagada de sufrimiento. Y si es todopoderoso en sus manos está evitar el mal puesto que también es omnisciente y ya de antemano lo conoce. Hans Jonas, filósofo judío en su obra El concepto de Dios después de Auschwitz” sostiene que hay que arrebatarle uno de sus tres atributos, puesto que si Dios tiene estos tres, Auschwitz no hubiese existido. Jonas a diferencia de Al Pacino que le despoja de la bondad, elige la omnipotencia. Rescatando la figura del Dios sufriente.

Pero el ateísmo no está en la labor de Jonas de rescatar al concepto de Dios. Nietzsche –cuyo ateísmo no me atrevo a asegurar pero tampoco negar– veía a Dios como una ficción que negaba la vida, y creer en él como una actitud de débiles, aquellos que para él eran de moral plebeya, y no podían afirmarse. Para vivir necesitaban la existencia de la idea de trascender o seguir ciertas normas morales construidas por ellos mismos pero dirigidas a todos, para así hacer positiva su incapacidad de afirmación y además poder señalar con dedo acusador a los que sí se afirman a sí mismo y a la vida. Occidente estaba enfermo a causa de la tradición judeocristiana heredera del platonismo, sumido en la decadencia según Nietzsche. Suponemos que sigue enfermo, puesto que Dios sigue sin haber sido asesinado del todo, incluso si nos atrevemos a mirar nuestro alrededor en los tiempos de crisis que corren, y el efecto que tiene en la dimensión humana es de resucitar a Dios. En la historia, el judeocristianismo ha triunfado y triunfa especialmente entre más los necesitados. Pero vemos como Dios, aparte de haber resucitado, se ha reencarnado esa necesidad que tenemos de él. Una vez asumido que Dios no existe o que debido a la construcción social no ocupa el mismo lugar, ya que le ha sido relegado al capital. Dios como necesidad antropológica, es decir, por una parte la  necesidad de trascender, hay quienes como Tomás de Aquino que en un acto de sinceridad en la Suma contra los gentiles reconoce que necesitamos a dios porque tenemos la necesidad de salvarnos, de transcender. Característica que  Marx que critica, “La religión es el opio del pueblo”, puesto que la transcendencia, la existencia de un más allá hace que el proletariado se adormezca como si consumiese opio, y no se preocupe por mejorar sus condiciones de vida actual, debido a que en la otra ya serán positivas, ya que su actitud humilde y pasiva en concordancia con esas normas religiosas se lo garantiza. La religión como una felicidad ilusoria. A parte de la necesidad de salvarse, está el miedo a la soledad: Dios no existe entonces estoy sólo.

De la mano de esa bestia llamada soledad está nuestra necesidad de ser reconocidos, ejemplo de ello encontramos a la inversión del vivir para contarlo, ahora hay que contarlo para haberlo vivido. Si un acontecimiento no es televisado, no ha sucedido, y el reflejo de esto en la vida cotidiana es el selfie, una moda tan extendida como potencialmente significativa, en nuestro afán por mostrar que vivimos y disfrutamos de ello, que los demás lo reconozcan, nos reconozcan, hemos dejado de vivir y disfrutar. Nos hemos convertido en meros reporteros de nuestra vida.

Llegado a este punto, exista o no Dios, su esencia permanece. Su origen en el hombre. Idea de Bien, Jesús, Allah, Yahvé… Todos tienen el mismo origen humano, la trascendencia y el caer en la idea de Dios como causa de todo: Dios es la causa y no tiene causa. Puesto que el buscar causa a cualquier efecto no puede ser eterno, tiene que haber una causa original. A lo que la ciencia podría responder “la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.” Y aun no teniendo respuesta no perdería credibilidad, porque se trata de eso, de buscar las respuestas ya que no hay un libro con todas ellas y poseedor de las mismas palabras de Allah, Yavhé o Jesús. Yo me pregunto desde la ingenuidad si dios este existe ¿En cuál hay que creer? ¿Por qué uno y no otro? Ya que en la historia hemos visto batallas religiosas, unos contra otros. En cuestiones de fe no hay dialogo, ya que todos creen tener la verdad y la única verdad. Y si es así, para ser castigado según estas religiones hay que tener culpa. ¿Debe el Dios cristiano en el caso de ser el verdadero  castigar a una mujer por ser musulmana si lo es por haber nacido en Libia? ¿Y el Dios musulmán en el caso de ser el verdadero a una católica española? Si son religiones monoteístas, sólo se puede adorar a uno, por lo tanto negar al resto.
Retomando el tema de la necesidad humana que ha creado o nos permite creer en Dios: ¿No somos capaces de matar a Dios? ¿No somos capaces de vivir sin la seguridad de salvarnos? ¿Hasta que punto podemos construir nuestra propia moral? Una vez que la negación de Dios vaya de la mano de no necesitarle, es decir, superar la necesidad de la transcendencia. Que la figura del ateo no sea el que niegue a dios sólo, sino que no lo necesite. Ya que Dios no es solamente el Dios judeocristiano, y posiblemente para vencer a este y todo lo que ha supuesto históricamente entre otras cosas -ya que es otra cuestión- hay que cubrir la necesidad de la trascendencia, aceptar la vida como una, y aceptar nuestra soledad existencial, nuestra individualidad. No hacer de ello algo positivo, sino aceptarlo como negativo que es.
Es obvio que no es comparable la dependencia del Dios  judeocristiano a la dependencia que de las nuevas ficciones, los nuevos dioses, pero la religión tampoco tuvo un inicio especialmente dañino, lo que queda claro es que ambas cosas parten de la negación de la vida y de nuestra propia condición natural. Si somos seres racionales no podemos creer en Dios y en la trascendencia. Estas son infinitas y ni la razón ni nosotros lo somos. Conciliar a Dios y a la razón es imposible. Ejemplo de ello está nuestro sistema educativo, dónde en el mismo centro puede haber un profesor que te explique que las teorías evolucionistas de Darwin y la teoría del Big Bag y seguido otro que te diga que lo del mono es falso, que a nosotros nos ha creado dios y provenimos de Adam y Eva. La fe y la ciencia no van de la mano, el Papa Francisco se equivoca al decir que el Big Bag no contradice a dios y el Papa Wojtyla no era quién para perdonar a Galileo. 
El Ateismo que se basa en  la ciencia que no parte de una afirmación y existe lo relativo. En la religión hay una verdad absoluta y no hay supuestos sino afirmaciones. Y cuando se parte de afirmaciones no cabe el conciliarse con la postura contraria ni rectificar. Para el ateo 2+2 es igual a 4 hasta nueva orden para el creyente 2+2 es igual a 4 porque es la palabra de dios, por lo tanto es verdadera, y cuestionarla es pecado. Me atreveré a afirmar que intentar racionalizar la fe, intentar comprenderla, lleva al cuestionamiento, y entre el cuestionamiento y la crítica y disensión hay un camino muy corto. Por eso separar la fe y reconocerla como algo irracional, separar el creer del saber ha sido y será el mayor acto de sinceridad por parte de los creyentes.

Al ser contradicción el Ateismo y la religión. Una se tiene que imponer a otra. Y la religión en la sociedad actual sólo tiene cabida en la dimensión individual y el ámbito personal. En la escuela Darwin y en casa o catequesis Adam y Eva. 

.-Dawn